Tras el anuncio del levantamiento de las medidas restrictivas de “COVID cero” impuestas hace tres años, los hospitales públicos están desbordados. Por qué la Comisión Nacional de Salud incrementó la aplicación de vacunas
Las imágenes impactantes que vienen de China hacen recordar el comienzo de la pandemia, tres años atrás. Esta semana se difundieron fotos y videos de cómo los hospitales de Beijing y otras ciudades se han visto abrumados por una explosión de infecciones de COVID.
Esta extraordinaria suba se registró luego de la decisión del gobierno del presidente Xi Jinping de levantar las estrictas reglas que habían mantenido a raya al virus en gran medida, pero que avanzaron sobre las libertades individuales y provocaron protestas generalizadas.
Distintos medios del mundo retrataron cómo los hospitales en China hacen frente a una intensa presión social ante la oleada de pacientes que están llegando a las unidades de cuidados intensivos infectados de COVID-19. Eso y el levantamiento de las medidas restrictivas hizo encender las alarmas de los países de vecinos y de otros más alejados como Estados Unidos y algunos europeos, por el peligro de transmisión del virus a partir de las medidas aplicadas por parte del gobierno chino para impulsar el turismo nacional e internacional.
Para entender por qué China está viviendo un brote masivo de COVID, los expertos afirman que hay varias razones, pero que una prevalece por sobre las demás: la poca vacunación en el país, especialmente en los ancianos. Además, las vacunas Sinovac y Sinopharm, realizadas en suelo chino, presentan una baja efectividad al ser comparadas con sus competidoras basadas en la tecnología ARN mensajero, como Pfizer o Moderna.
Según datos recopilados por la organización no gubernamental Our World in Data, China ha inmunizado al 87% de su población con dos dosis de sus propias vacunas, por lo que 1.272.830.000 han recibido el esquema completo contra el coronavirus. Esto es fundamentalmente su población activa. Ya que según dijo el periódico China Daily a principios de este mes, solo el 65,7% de los mayores de 80 años está vacunado. Y el 40% de ellos han recibido una vacuna de refuerzo.
Por ello, China anunció este martes que acelerará la vacunación contra la COVID-19 de las personas mayores. La Comisión Nacional de Salud local se comprometió en un comunicado a “acelerar el aumento en la tasa de vacunación de las personas mayores de 80 años, y a seguir elevando la tasa de vacunación de las personas de 60 a 79 años”. La limitada cobertura de vacunación de las personas mayores es uno de los argumentos del Gobierno para justificar su estricta política sanitaria, que se materializa en confinamientos interminables, cuarentenas a la llegada del extranjero y test casi diarios para la población.
El doctor Luis Enjuanes, director del laboratorio de coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología en España indicó que hay dos razones importantes para explicar la explosión de casos de COVID en China. “La primera es que las restricciones impuestas estos tres años han hecho que muy pocas personas hayan pasado la enfermedad de forma natural. La segunda es que las tasas de cobertura vacunal alcanzadas en China son inferiores a las de Europa, con unas vacunas que son además menos eficaces. Todo esto hace que la población esté muy poco protegida frente al coronavirus. Como país, China tendría que haber hecho como el resto del mundo: ir haciendo aperturas graduales a medida que aumentaba la población vacunada. Han ido de un extremo al otro”, precisó al diario El País.
La CNS de China recientemente solicitó a los hospitales reactivar a los trabajadores de la salud jubilados para ayudar con la avalancha de casos y para reemplazar a los doctores y enfermeras que se han contagiado de coronavirus. También hay preocupación de que muchos hospitales ya no tengan reservas de medicamentos específicos para tratar al COVID y solo estén ofreciendo fármacos contra síntomas específicos como la tos, según le dijo una trabajadora de la farmacia de un hospital en la ciudad de Chengdu al diario asiático The Strait Times.
China ha quedado rezagada con su programa de vacunación contra el COVID. Y, además, las vacunas que desarrolló y produce son consideradas menos efectivas para proteger contra las infecciones graves por COVID que las vacunas ARNm utilizadas en el resto del mundo. Mientras el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo haber instado a China a que comparta sus datos sobre la severidad de la enfermedad, las hospitalizaciones y la capacidad de sus unidades de cuidado intensivo, el director del programa de emergencias de la OMS, Mike Ryan, expresó que instarían a China a importar vacunas extranjeras de ARNm, como las de Moderna y Pfizer/BioNTech, que han probado ser más efectivas contra el COVID-19. Sin embargo, el denominado gigante asiático todavía no ha aprobado su uso en su población.
“El rápido aumento reciente en la transmisión de COVID-19 en China eleva el potencial de que surjan nuevas variantes”, dijo a los periodistas un alto funcionario de salud de EEUU en una sesión informativa. Beijing ha proporcionado información limitada a las bases de datos globales sobre las variantes que circulan en China, dijo el funcionario, y sus pruebas e informes sobre nuevos casos han disminuido.
Mientras tanto, el levantamiento de la cuarentena obligatoria provocó un aumento en el interés de los ciudadanos chinos por viajar al extranjero, quienes han estado en gran medida confinados en su país desde que Beijing impuso su propio bloqueo, en marzo de 2020.
Giro de 180 grados en las políticas COVID
A principios de diciembre y tras una serie de protestas ciudadanas contra las restricciones, el gobierno de Beijing anunció un giro completo de su política de “COVID cero” -hasta entonces la más estricta del mundo- y empezó a eliminar los confinamientos obligatorios y el extenso programa de testeos.
Con esta eliminación de las pruebas obligatorias, se ha vuelto imposible rastrear los nuevos casos en el país, al mismo tiempo que las autoridades chinas dificultaron el conteo de las muertes por COVID, al registrar únicamente bajo esa categoría a las causadas por neumonía o fallo respiratorio.
Además, la Comisión Nacional de Sanidad (CNS) de China declaró este lunes que, a partir del 8 de enero, el COVID dejará de ser una enfermedad de categoría A, el nivel de máximo peligro y para cuya contención se exigen las medidas más severas, para convertirse en una de categoría B, que contempla un control más laxo. De esta manera, marcaron el final de la política “COVID cero” que llevaba vigente casi tres años. Por ello anunció que permitirá en los próximos días la salida masiva de personas del país y comenzará a emitir pasaportes, decisión que fue cuestionada por varios países que ya piensan implementar medidas restrictivas.
Estados Unidos y varios otros países anunciaron que exigirían pruebas de COVID negativas para todos los viajeros de China continental, en medio de preguntas sobre la transparencia de los datos que ese país entrega sobre la propagación del virus, según funcionarios estadounidenses. La Comisión Europea se reunirá hoy para discutir “posibles medidas para un enfoque coordinado” por parte de los estados de la UE ante la explosión de casos de COVID que se registra en esa nación. Mientras que el Reino Unido e Italia dijeron que harían obligatorias las pruebas de coronavirus para todos los visitantes chinos. En tanto, el presidente de Francia dijo que había “solicitado medidas apropiadas para proteger” a los ciudadanos y que París estaba siguiendo de cerca “la evolución de la situación en China”.
Desinformación y confinamientos
Los expertos indican que nunca se sabrá con precisión cuántas personas murieron como consecuencia de los confinamientos que se establecieron durante los casi tres años en que estuvieron vigentes, antes del abrupto giro del presidente Xi Jinping hace unas semanas. Pero los especialistas en datos y estadísticas creen que ambos números serán millones: “Confiar en bloqueos draconianos, sin vacunar a los ancianos no puede terminar bien”, argumentaron.
“El exceso de mortalidad es la única medida verdadera del impacto de una epidemia”, precisó William Farr, reconocido epidemiólogo referente del siglo XIX. “La tasa de mortalidad es un hecho; todo lo demás es inferencia”, agregó. Y lo que sabemos es que los confinamientos causan un exceso de mortalidad fuera del propio virus: por cáncer y patologías cardíacas no tratadas, por suicidio y enfermedades mentales.