Red de corresponsales

Elizabeth Sánchez, de 42 años, estaba a por irse a dormir el 7 de septiembre de 2017, cuando el sismo de magnitud 8.2 que sacudió Oaxaca, sur de México, provocó que su casa colapsara y desde esa fecha vive debajo de una lona a un lado de lo que fue su vivienda junto con su esposo e hijo y pese a la crisis sanitaria actual.

Como damnificada, Elizabeth recibió una ayuda gubernamental de 120 mil pesos (unos cinco mil 500 dólares) para la reconstrucción de su casa, pero el encarecimiento de los materiales y los abusos de los albañiles que la estafaron, cobrando hasta mil pesos (46 dólares) por día, acabaron con esos recursos.

Una lona colgada en el palacio municipal de Juchitán de Zaragoza informa de los avances en la reconstrucción de las viviendas de los damnificados, y señala que tres mil 813 casas han sido reedificadas con una inversión de 559.9 millones de pesos (unos 26 millones de dólares) en este municipio de la región del Istmo de Tehuantepec, una de las regiones más pobres de México y las más afectada por ese terremoto que ocasionó 98 fallecidos.

Pero en esa cifra no están consideradas decenas de viviendas y de familias damnificadas que todavía no han visto llegar los apoyos de los Gobiernos federal y estatal para que, durante la pandemia del coronavirus, se quedaran en casa y no salieran a trabajar exponiéndose a un contagio.

A UN LADO DE SU CASA

En el terreno donde se cayó la casa de Elizabeth, consistente en tres cuartos construidos con adobe y tejas, sólo se hizo la cimentación y las bardas.

Quedaron a medias dejando las varillas de refuerzo a la intemperie, oxidándose, en espera de un segundo apoyo del Gobierno que hoy, en plena crisis sanitaria y económica, temen que nunca llegará.

Sentada al borde de un catre de madera, la mujer narró este lunes su sufrimiento, marcado en el rostro. “Esta es mi casa, no la he terminado porque no puedo, necesito un apoyo”, clamó.

La mujer consideró que si el Presidente Andrés Manuel López Obrador la apoya para terminarla, ella podría estar en su casa y no al lado de la misma, donde ahora vive.

“Debajo de la lona llevamos tres años (su esposo Francisco y su hijo Alexander, quien padece síndrome de Down) porque ya no terminé la casa. Ya no se pudo porque el señor que trabajó cobró muy caro y trabajó lento”, explicó.

EN CONDICIONES INSALUBRES

Para la familia de Elizabeth quedarse en casa en estos últimos seis meses, lo que ha lleva la pandemia en país, ha sido un suplicio ya que tienen que soportar temperaturas de hasta 42 grados, lluvias y vientos que predominan en la región del Istmo de Tehuantepec.

“Ni quedarnos en casa podemos. En primer lugar porque no tenemos casa donde encerrarnos y aquí hace mucho calor (…) y así llevamos tres años”, contó.

Elizabeth y Francisco tienen trabajos informales como la venta de totopos (tortillas de maíz) que ella ofrece a un peso (22 centavos de dólar) en el mercado y él tiene un sueldo de 150 pesos (7 dólares) que obtiene por la reventa de pescados en el municipio.