Por: Jhad
Cuenta una leyenda que un hombre obsesionado por la belleza de María Ignacia Rodríguez, trató de vender su alma al diablo para que le concediera pasar tan sólo una noche con ella.
El maligno, enojado por la petición del tipo, le contestó: “Estás loco, ya la quisiera solo para mí. Andas muy perdido. No vamos a hacer ningún trato”, y se retiró molesto y encelado, rechazando la petición, porque también el príncipe de las tinieblas, estaba enamorado de la atractiva mujer.
A punto de concluir el siglo XVIII, la Nueva España vivía sus últimos momentos de resplandor. El México independiente apenas iniciaba su camino y muchos de sus principales protagonistas ya asomaban ligeramente con sus ideales de libertad, pero los poderosos lazos de la santa inquisición, los mantenían bajo control.
Dentro de las clases dominantes integradas por familias de nobles, existía una que gozaba de gran prestigio entre la sociedad por su notable altruismo, a pesar del asfixiante yugo opresor que existía.
La encabezaban Don Antonio Rodríguez de Velasco, Osorio, Barba y Jiménez, y su esposa doña María Ignacia Osorio y Bello de Pereyra, Fernández de Córdoba, Salas, Solano y Garfias,
El matrimonio tuvo dos hijas, María Josefa y María Ignacia Javiera Rafaela Agustina Feliciana Rodríguez de Velasco y Osorio Barba Jiménez Bello de Pereyra Hernández de Córdoba Solano Salas y Garfias, mejor conocida como la “Güera Rodríguez”, una mujer cuyo brillo deslumbró a quien tuviese la suerte de conocerla.
Nacida el 20 de noviembre de 1778 en la capital novohispana, María Ignacia es uno de los personajes más importantes, enigmáticos, controvertidos y poco valorados en la historia de México.
Dueña de una belleza inigualable y una inteligencia fuera de serie, Rodríguez supo darle brillo a esas virtudes, que le colocaron en un lugar de importancia entre los hombres del poder de la época.
Como pocas mujeres de ese tiempo, María Ignacia sabía leer y escribir. El haber nacido en la aristocracia le daba un bagaje cultural muy superior que la hacían diferente, distinta y atractiva.
A los 16 años contrajo nupcias con José Jerónimo López de Peralta y Villar Villamil a petición del Virrey Juan Vicente de Güemes, quien le sugirió que era mejor que estuviera casada porque su presencia incendiaba la lujuria en los hombres.
Tras ocho años de infeliz matrimonio, el marido la acusó de adulterio y fue llevada al consejo de la santa inquisición para ser juzgada. En el juicio, María Ignacia escuchó atenta la exposición cuyo castigo la llevaría a la muerte, sin embargo, los jueces jamás imaginaron la reacción de la astuta mujer.
Amiga de ese mismo poder, conocía los misterios ocultos de cada integrante del jurado. Había homosexuales, pedófilos y adúlteros. Astuta y habilidosa, les dijo lo que sabía de ellos: sus vicios ocultos y terribles. Tras escuchar sus argumentos fue absuelta.
Los mismos juzgadores le concedieron la posibilidad de divorciarse y María Ignacia se convirtió en la primera mujer en conseguir ese rompimiento por la vía legal en la nueva España.
Después tuvo dos matrimonios más, con Mariano Briones y Manuel de Elizalde, con quien estuvo casada hasta el fin de sus días. Sus hijos fueron cuatro: Jerónimo, María Josefa, María de la Paz y María Antonia.
Pese a estar casada, se sabe que María Ignacia sostuvo varios romances clandestinos, situación que molestaba a la cerrada aristocracia de ese entonces, que tenía un tufo de hipocresía y doble moral.
Atrapado por la inteligencia y belleza de María Ignacia, el futuro libertador de América, Simón Bolívar, cayó cautivado por los encantos de la criolla después de coincidir con ella en uno de las escalas que hizo en México cuando se dirigía a España.
También el científico alemán, Alexander von Humboldt fue víctima de los encantos de la güera Rodríguez. La amó con intensidad y sus trabajos estaban impregnados con la esencia de ella. Fue su musa…
Amiga de aristócratas, poderosa, audaz, intrépida y millonaria, conocía perfectamente los secretos de los gobernantes. Su cercanía con ese poder le permitía opinar, cuestionar y hasta sugerir acciones para boicotear a esos mismos hombres. Su poder de seducción era irresistible.
Simpatizante de la recién iniciada gesta independiente, fue acusada por el inquisidor Juan Sáenz Mañozca de apoyar al cura Miguel Hidalgo, pero la denuncia no prosperó debido a que la Güera Rodríguez, amenazó con contar todo lo oscuro que sabía y guardaba de aquel hombre. De nueva cuenta fue absuelta de todo delito.
Clandestinamente tuvo una relación con Agustín de Iturbide, a quien impulsó para convertirlo en un actor determinante para la consumación de la independencia de México, el 27 de septiembre de 1821.
Durante la entrada triunfal de Iturbide y el ejército trigarante a la ciudad de México, la marcha fue desviada algunos metros para que el ilustre caballero se dirigiera a la casa de la Güera Rodríguez para dedicarle el triunfo.
Los últimos años de su vida los dedicó a la devoción religiosa. Falleció el 1 de noviembre de 1850, tenía 72 años. Una enfermedad degenerativa en los huesos fue la causa de muerte.
Poliamorosa, feminista, inteligente, culta, serena, independiente, bella y poderosa, la güera Rodríguez es un personaje extraño, poco valorado en la historia de México, pero tan importante porque su vida está ligada al movimiento que le dio libertad a un pueblo que iniciaba el camino hacia la emancipación.
A 198 años de la consumación de la Independencia, Reporte32mx recuerda con admiración y cariño a María Ignacia Javiera Rafaela Agustina Feliciana Rodríguez de Velasco y Osorio Barba Jiménez Bello de Pereyra Hernández de Córdoba Solano Salas y Garfias, mejor conocida como la “Güera Rodríguez”, el poder convertido en mujer.