Por José Hermilo Amezcua
Este miércoles se cumplen 51 años de una de las mayores tragedias que ha vivido la sociedad mexicana provocada por la intransigencia, la intolerancia, la soberbia y la maldad de los hombres en el poder, después de la revolución y la independencia de nuestro país.
La huella de aquel 2 de octubre aún se mueve como un fantasma fatigoso sobre un pueblo que aprendió a vivir con ese dolor sin que el castigo para los culpables llegue, pero con un legado que nos ha dejado lecciones y avances, poco imaginables en ese momento.
Muchos de los personajes de ese entonces han desaparecido. La crónica de ese lamentable suceso que hacen los padres o los abuelos suenan a películas de blanco y negro. El tiempo se ha encargado de difuminarla. De nosotros depende, nunca olvidarla.
Dice una frase atribuida al filósofo español, Jorge Agustín Ruiz de Santayana que “Aquellos que no recuerden el pasado están condenados a repetirlo”, y el 2 de octubre de 1968 es parte de ese pasado que hoy, como sociedad, tenemos la obligación de recordarlo para evitar que se repita.
Fue ese movimiento estudiantil el que despertó del letargo vil a una sociedad callada, paternalista, triste, sumisa, abnegada y despreciada. Fue esa marabunta estudiantil la que enfrentó la ira de un régimen autoritario y sádico.
La lucha fue desigual. Mientras el estado poderoso utilizaba todos los recursos para reprimir cualquier manifestación en su contra, los estudiantes solo llevaban sus ideales, sus cantos y el apoyo irrestricto del pueblo.
Aunque el tiempo ha pasado, las huellas de aquella noche trágica abrieron la esperanza a un país mejor. Esa gesta estudiantil fue el inicio de muchos avances democráticos y el germen de una nueva sociedad que inició su reconstrucción después de octubre de 1968.
Han pasado 51 años de la matanza de Tlatelolco y muchas de las causas que combatieron esos jóvenes aún siguen presentes en la sociedad. Se mueven y tienen vida. Son poderes que se niegan a morir y hacen todo lo posible por mantenerse.
De 1968 a la fecha, los cambios en la sociedad han sido lentos pero efectivos.
En el ámbito educativo se expandió la educación básica y secundaria. Creció la matrícula en los niveles medio y superior, se actualizaron métodos de enseñanza y se atendió la educación para adultos.
La creación de espacios para la libertad de expresión de intelectuales, académicos, educadores y estudiantes, han sido uno de los mayores logros del movimiento.
Los medios de comunicación iniciaron el camino hacia una prensa libre y sin compromisos. Impulsados por Julio Scherer, en ese entonces, director del periódico Excélsior, enfrentaron con dignidad y fortaleza al poder absolutista de PRI.
También la revista Proceso y el periódico Uno más Uno se convirtieron en baluartes del periodismo neutral y sirvieron de ejemplo para muchos comunicadores que continuaron con su línea crítica e independiente.
Después del 2 de octubre de 1968 y el 10 de junio de 1971, las manifestaciones en México eran reprimidas violentamente. El gobierno no las permitía.
En 1986, inspirados en la lucha de los jóvenes del 68, estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México crearon el Consejo Estudiantil Universitario, y marcharon por las calles de la capital para impedir que el rector Jorge Carpizo Mc Gregor implementara la reformas estructurales y académicas en la máxima casa de estudios.
La manifestación fue un éxito. El poder sintió el peso de la unidad estudiantil y aunque la tentación de reprimir era demasiada, la libertad de manifestarse quedó sellada y desde ese momento, nadie ha podido impedir que se grite en la calle por causas justas.
Hace 51 años ya de la masacre de Tlatelolco. 51 años de lucha, de aprendizaje. La generación del 68 ha trascendido en el tiempo por su valor, por su prestigio, por su incansable búsqueda de la libertad y la justicia.
La vida política, social y cultural de nuestro país no se entendería sin conocer la historia de aquel año de 1968. Mucho de lo que hoy tenemos, se lo debemos a esa notable generación de valientes.
A todos los que murieron, a todos los que sufrieron y padecieron los abusos del gobierno encabezado por el abogado anticomunista Gustavo Díaz Ordaz, hay que recordarlos con el respeto, cariño y admiración que se merecen. Así sea.
Que no se nos olvide…