Por: Jhad

La alegría que significó la llegada de Salvador Allende a la presidencia de Chile en 1970 fue opacada muy pronto. Su triunfo para muchos, fue una afrenta a todo un sistema que buscó la manera de recuperar sus privilegios sin importar el método.

El golpe de estado encabezado por Augusto Pinochet en septiembre de 1973, significó el regreso de los conservadores para dirigir nuevamente al país andino.

Bajo el mandato del General Pinochet (1973-1990), Chile inició una profunda transformación social y económica a pesar del tufo antidemocrático con el que había llegado al poder.

Desde todos los ángulos buscó borrar toda evidencia de los escasos tres años que duró el gobierno socialista de Salvador Allende (1970-1973). Aunque el exterminio de personas inició justo al momento de traicionar al hombre que lo había designado como jefe de las fuerzas armadas.

Acostumbrado a matar y traicionar, Pinochet y su gente sumaron alrededor de 40 mil víctimas durante la dictadura. Miles de personas fueron torturadas, asesinadas y desaparecidas.

El cantante Víctor Jara fue uno de ellos. Antes de su muerte su vida como artista y profesor servía como esperanza a los desprotegidos, como aliciente a los que menos tenían y como ejemplo de coherencia moral a una sociedad herida y dividida.

Tras el triunfo en 1970 de Salvador Allende, Jara se convirtió en agregado cultural    del gobierno chileno ante el mundo. Cantautor, director teatral, profesor y creador de la nueva canción en ese país, representaba con orgullo a su amada patria.

Fue director artístico del histórico grupo folclórico Quilapayún, sin dejar de dirigir obras de teatro, donde pudo expresar sus ideales de libertad, justicia y amor hacia su pueblo.

Nació el 28 de septiembre de 1932 en el seno de una familia humilde. Su padre Manuel Jara se dedicaba al campo y su madre Amanda Martínez, al hogar, además de que tocaba la guitarra y cantaba.

De esa dualidad, Víctor aprendió todo lo necesario para convertirse en el hombre que conoció la historia. Su amor al prójimo y a la música le hicieron único e irrepetible.

Hombre de izquierda, con su canto puso contra las cuerdas al gobierno derechista de Eduardo Frei Montalva (1964-1970), quien fue vencido por Allende en 1970, para convertirse en el primer presidente socialista en el continente americano. La guitarra y el canto de Víctor Jara se convirtieron en una amenaza constante y permanente para los poderosos.

Luego de su triunfo, Allende no pudo ejercer libremente su mandato. Las fuerzas opositoras dieron rienda suelta a todo su poder para eclipsar al mandatario socialista.

El martes 11 de septiembre de 1973, se llevó a cabo el golpe de estado. La muerte se apareció en el Palacio de la Moneda. El terror se extendía. Los seguidores de Allende sufrieron las peores torturas. Esa noche inició la terrible cacería de inocentes cuyo único pecado era luchar por un mundo mejor.

Esa noche, Victor Jara escuchó el último discurso del presidente y amigo Salvador Allende. Se despidió de su esposa Joan Turner y de sus dos hijas, Manuela y Amanda.

Tomó su guitarra y se fue a la Universidad Técnica del Estado, donde coincidió con estudiantes y profesores con quienes pasaría la noche para hacer resistencia a los golpistas encabezados por Pinochet.

A la mañana siguiente, la tropa militar invadió la Universidad y se llevó detenidos a los protestantes. Entre ellos iba Víctor Jara. Un mando reconoció al cantautor y lo alejó del grupo de detenidos.

Con saña inaudita golpeo el rostro y el cuerpo de Jara. La agresión fue artera, uno de los ojos del cantante quedó desprendido de su órbita. Los dos siguientes días, la tortura para Víctor Lidio Jara fue demasiada.

Con las manos rotas y la lengua partida en dos, le pidieron que cantara sus canciones marxistas. Entre burlas, jugaban con él a la ruleta rusa, humillándolo sin que nadie se apiadara, hasta que una bala cegó la vida del cantante.

El capitán Edwin Dimter Bianchi ordenó que lo terminaran de acribillar. Una lluvia de 43 disparos cayó sobre el cuerpo inerte de Jara quien tenía 41 años.

El 16 de septiembre de 1973, en las inmediaciones del cementerio metropolitano de Santiago fueron encontrados los restos de Víctor Jara. Una vecina avisó de que se trataba del cantautor al reconocerlo entre otros cinco cuerpos ahí tirados.

Un funcionario del servicio médico dio aviso a Joan de que habían encontrado el cuerpo de su esposo. Con la rabia e impotencia de lo ocurrido, Joan fue por los restos de Victor para darle sepultura en una tumba sin nombre, para evitar que las fuerzas militares desaparecieran los restos del hombre que luchaba por la justicia social a través de su canto.

36 años después, en diciembre de 2009, los restos del trovador volvieron a ser depositados en la tierra que lo vio nacer. Esta vez, hubo una digna ceremonia luctuosa. La gente se aglutinó en el Cementerio general de Santiago para despedirlo con los honores que merecía.

El 16 de julio de 2018, 45 años después de su muerte. Chile le hizo justicia a Víctor Jara y a su historia. Ocho militares en retiro fueron condenados a 18 años de cárcel por el asesinato del trovador, además de indemnizar con una cifre de 1.8 millones de euros a la familia.

Actualmente la enorme figura y el legado de Víctor Lidio Jara Martínez continúa sostenida como un digno representante de la historia chilena y su influencia musical continua intacta.

Hoy, Chile vive una de las crisis sociales más significantes después del golpe de estado de 1973. El neoliberalismo pende de un hilo. La sociedad chilena harta de ese modelo económico establecido por los Chicago Boys en 1980, le ha puesto un alto.

Las manifestaciones en contra del sistema son cada día más fuertes. El canto de Víctor Jara se ha apoderado de las calles. EL DERECHO DE VIVIR EN PAZ, es la canción que se escucha en cada sitio, en cada reunión. Víctor Jara ha vuelto. Nunca se ha ido. Sigue presente. Su legado está intacto y vigente.

Porque su guitarra y su voz, siempre serán el antídoto perfecto contra la injusticia.