Por JHAD

Terminó en Lima Perú la edición número 18 de los juegos panamericanos con una actuación histórica de la delegación mexicana, donde se cosecharon 136 metales, 37 de oro, 36 de plata y 63 de bronce.

Un honroso tercer lugar en la clasificación final, sólo debajo de Estados Unidos y Brasil, fue el brillante resultado del conjunto azteca después de quince días de competencia.

Este evento, el penúltimo previo a los Juegos Olímpicos a celebrarse en Tokio el año siguiente, es parte del ciclo olímpico que inició justo al término de los efectuados en Río de Janeiro Brasil en 2016.

Tiene como propósito la preparación de los atletas para la gran justa deportiva que se celebra cada cuatro años e incluye entre otras competencias los juegos centroamericanos, los juegos de invierno y los juegos olímpicos de la juventud.

El papel que desempeñaron los atletas mexicanos en Perú es, desde luego un gran avance y las esperanzas para alcanzar excelentes resultados en Tokio crecen de manera progresiva.

Con el optimismo a flor de piel, ha sido difícil mantener la ecuanimidad después de esta espléndida demostración de talento, inteligencia y calidad de los jóvenes que representaron de manera brillante a nuestro país en tierras Incas.

Estamos acostumbrados a observar que, históricamente todo mundo se “cuelga de las medallas”. De pronto aparecen los políticos, los dirigentes y algunos promotores que quieren adjudicarse triunfos que no les pertenecen.

El cambio de régimen exige que también esas prácticas nocivas terminen y se les dé el verdadero valor a los atletas, a sus familiares, a sus entrenadores y también a sus patrocinadores. 

Son ellos los verdaderos héroes, son los que luchan cada ciclo olímpico para ganarse un lugar para competir y muchas veces lo hacen sin el apoyo de las federaciones correspondientes.

Hoy, es tiempo de cambio. La mentalidad de los jóvenes atletas es cada vez más fuerte. Tienen una autoestima elevada. Compiten con los mejores y son favoritos. Son producto de muchos años de esfuerzo y sacrificio. Son ejemplo de vida y de superación.

Podemos trabajar juntos. Dirigentes, autoridades, deportistas y sociedad civil. Hay mucho más buenos que malos. Hagamos de estos triunfos individuales una colección de festejos colectivos.