Por: Jhad
Con una aprobación del 68%, el presidente Andrés Manuel López Obrador, llega al décimo mes de su gestión demostrando que la percepción que se tiene sobre el primer mandatario, es la de un hombre confiable, coherente y decidido.
De acuerdo con la encuesta que publicó este lunes, el periódico, El Financiero, la popularidad del primer mandatario es favorable, a pesar de los diversos escenarios de caos que se presentan en este país y las constantes campañas de desestabilización que emprenden los inconformes de siempre.
Dentro de la percepción positiva que arroja el estudio, los principales rasgos de distinción que se perciben en el presidente son la honestidad y el liderazgo, rubros que, en sexenios pasados, pocos personajes tenían.
Enarbolando su lucha contra la corrupción como signo distintivo de su gobierno, el presidente ha enfrentado a distintas fuerzas opositoras que luchan por conservar los privilegios que le fueron permitidos por los regímenes del pasado.
Ante esa situación, el primer mandatario hace frente y su estrategia va encaminada a desterrar esos males que le hicieron mucho daño al país. Eso le tenía muy claro y desde el primer minuto de su mandato, las acciones encaminadas a esa enmienda, han sido su prioridad. Es por ello, que su aprobación es favorable.
El presidente enfrenta grandes retos, la tarea es titánica. El monstruo de las mil cabezas de la corrupción es un hueso muy duro de roer. El desgaste es mucho y requiere el apoyo de la sociedad en su conjunto y principalmente de su equipo de trabajo. Y es justo aquí, donde se requiere unión.
Pero, ¿Realmente el presidente tiene todo el apoyo de su equipo de trabajo?, ¿existe la unión que se necesita para desterrar la corrupción de este país?
En primera instancia parece que sí, sin embargo, los constantes jaloneos y desatinos de Ricardo Monreal en el Senado, mandan otra señal. La construcción de su candidatura presidencial le ha quitado el sueño, la decencia y la cordura. Retador y peleonero se ha convertido en una piedra en el zapato para la cuarta transformación.
Lo mismo sucede con Mario Delgado, quien busca aparecer como un demócrata, pero su excesivo protagonismo, lo lleva a cometer pifias que le marcan como un hombre sin congruencia. No conforme con su puesto actual, intenta colocarse en una posición estratégica para no quedarse sin trabajo.
En el gabinete, no todos corren al mismo ritmo del presidente, pero sí utilizan sus puestos para hacer campaña a favor de los suyos. El poder ha mareado a más de uno.
Renglón aparte, merece el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) creado por el presidente en julio de 2014. A cinco años de formado, las ambiciones por controlarlo son muy fuertes.
Tallado a mano con el alma y corazón de sus fundadores, ahora muchos arribistas luchan incesantemente por hacerse de él, sin importar la historia, el sufrimiento y el desgaste que significó su creación.
Tan es así, que el presidente ha tenido que intervenir para poner fin a esa lucha interna que lejos de beneficiarlo, lo perjudican.
El mensaje de Andrés Manuel López Obrador es claro:
“Si Morena se corrompe, renuncio y pido que le cambien el nombre”.
Ha recomendado también a sus dirigentes y militantes mantener firmes los ideales y principios del movimiento y no usar el poder a su favor, para no ceder a la ambición del poder, por el poder.
Mientras el presidente libra una batalla diaria con los rezagos de la mafia del poder, otros, buscan desde dentro, posiciones de privilegio que ponen en evidencia que no pertenecen al equipo del hombre que encabeza la cuarta transformación.
La aprobación al presidente a diez meses de gestión es muy favorable. Su discurso de no fallarle a los ciudadanos es coherente y lo aplica con sus acciones.
El presidente no le falla a su pueblo. Esperemos que su equipo no le falle al presidente.