Por: Jhad
Basta leer la columna de Carlos Loret de Mola en el Universal, las de Pablo Hiriart y Raymundo Riva Palacio en el Financiero o la del maestro Raúl Trejo Delarbre en la Crónica de Hoy, y escuchar en radio, televisión y redes sociales a personajes como Ciro Gómez Leyva, Chumel Torres y Luis Cárdenas, entre otros, para darse cuenta que la censura en México no existe como muchos lo aseguran.
Y es que los textos y comentarios que producen todos estos personajes están cargados de crítica dura y contundente contra el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador sin que nadie, absolutamente nadie, les exija que lo dejen de hacer. La libertad con la que ejercen su profesión está fuera de cualquier duda. Nadie puede negarlo, incluso ellos mismos.
En días pasados, Brozo anunció en redes sociales que su programa El Mañanero que se transmitía en la frecuencia 105.3 de FM en Aire Libre, dejó de transmitirse a partir del viernes 29 de noviembre, luego de un año de actividades en esa emisora y justo cuando su creación noticiosa cumple 25 años de labores.
Su salida fue interpretada de inmediato por los enemigos del régimen como un acto de censura por parte del gobierno de López Obrador. Sin embargo, esa no es la razón por la que sale del aire.
El mismo personaje adelantó a decir que no había ningún conflicto con nadie y que la decisión de terminar con ese proyecto noticioso entre él y la empresa, había sido de común acuerdo.
Es bien conocido que Brozo es un tipo que no tiene pelos en la lengua y su crítica voraz en contra de las acciones y omisiones que realiza al gobierno de López Obrador, es parte de su estilo desde hace mucho tiempo, guste o no. Pero eso no fue el motivo de su salida del espacio radiofónico.
Además, si alguien sabe de censura es el mismo Víctor Trujillo. Su último programa en Televisa despareció del aire sin previo aviso. Personas muy cercanas a Trujillo, señalaron que la Secretaría de Gobernación obligó a la empresa televisiva a cancelar la participación de Brozo en sus espacios, debido a las críticas hirientes y punzantes que hacía en contra de Enrique Peña Nieto.
Esa acción contra El Mañanero fue claramente un acto de censura por parte del gobierno peñista, que dejó sin trabajo a todos los integrantes del equipo de Víctor Trujillo. Por cierto, una mancha más al pésimo desempeño de la administración del mexiquense.
Con la llegada del nuevo gobierno, muchos de los vicios ocultos entre el poder y los medios quedaron en evidencia. Uno de ellos fue el presupuesto que se le otorgaba por concepto de publicidad a los medios de comunicación favoritos del régimen priista.
La cifra fue descomunal, 52 mil millones de pesos, cantidad que fue repartida a lo largo de los seis años de gobierno a los grandes consorcios encabezados por Televisa y TV Azteca y Radio Fórmula, además de diarios como Milenio, El Universal y El Sol de México, entre otros.
Esta alianza de facto, le hizo mucho daño a México. El maridaje entre medios y gobierno sirvió para enriquecer a los empresarios, comprar lealtades y muchos silencios.
La operación para defender al régimen que pagaba grandes cantidades de dinero, consistía en llenar de alabanzas y loas a una administración corrupta y abusiva, además de mantenerse callado u omiso ante las múltiples irregularidades que se cometían diariamente.
Mientras el país se hundía por los malos manejos y el abuso de poder, la prensa fiel y sumisa aplaudía con fervor y devoción al poder que patrocinaba sus empresas. Esa fue la constante y la fórmula para que el priismo se encumbrara en el poder por tanto tiempo. Los panistas, en su momento, simplemente copiaron el estilo. Nada cambio.
A un año de la llegada a la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, una de las acciones presidenciales que más han llamado la atención, es precisamente la reducción a la publicidad oficial del gobierno, lo que ha dejado damnificados a muchos de los poderosos medios de comunicación.
Heridos, confusos, miopes y desesperados por encontrar un nuevo patrocinio presupuestal que les permita seguir con los privilegios, ahora buscan por todos los medios, desestabilizar al gobierno de la cuarta transformación.
El negocio terminó. Los embates contra el nuevo gobierno los encabezan sus incondicionales y cualquier situación que no les guste, la difundirán de manera perversa y vil para tratar de exhibirlo. Tal es el caso de la salida de Brozo de la radio.
Es cierto que esa acción gubernamental provoca que el hilo se rompa por lo más delgado y sean los trabajadores quienes paguen los platos rotos, porque las empresas han dejado de recibir dinero público, lo que les obliga a recortar plazas.
Y ese es el escenario real, los medios se acostumbraron a la partida presupuestal de los gobiernos y dejaron de buscar clientes para sustentar sus empresas. Sin ese activo, muchas están a punto de la quiebra. Algunos posiblemente utilizarán sus ahorros para seguir vigentes. Otros aprovecharán la coyuntura para fortalecerse y crecer. Esa es la realidad.
Mientras eso sucede, es posible que existan más programas que abandonen sus espacios. Sin la ayuda del gobierno, ya nada va a ser igual. Hoy más que nunca, es necesario voltear a los contenidos, a la calidad y la veracidad. Eso seguramente traerá cosas positivas y también a muchos patrocinadores.
Los damnificados dirán que es censura. Llorarán, se lamentarán y mentirán como acostumbran, pero que no chinguen. No es censura, simplemente se acabaron los patrocinios del gobierno.