En 2021 se cumplirán 50 años de la masacre del Jueves de Corpus, conocida también como “el Halconazo” del 10 de junio de 1971. Acontecimiento posterior al movimiento estudiantil y popular que irrumpió con imaginación y rebeldía a nivel mundial en 1968 -que en México tuvo su culminación en las horas negras del 2 de octubre-, y que durante el gobierno de Luis Echeverría se presentaba este dramático epílogo de las luchas estudiantiles -que cimbraron al monolítico sistema político a fines de los sesenta e inicios de los setenta-, con una nueva matanza perpetrada arteramente desde el seno del poder.
El 10 de junio del ´71 fue el punto de inflexión para que la generación de jóvenes que padeció en carne propia la represión del régimen priista tuviera en lo sucesivo únicamente dos caminos para intentar cambiar la realidad: integrarse al sistema a través de los canales corporativos y las reglas no escritas para buscar de manera soterrada un cambio “desde dentro” del aparato, o bien, ser partícipes del espinoso y minado camino de radicalizarse en la lucha armada rural y/o urbana.
1971 significó en lo general una respuesta autoritaria a toda expresión juvenil, no solo ante las actividades de los chavos más politizados. Meses después, en septiembre del 71 vino la censura y cerrazón al rock –en ese entonces el fenómeno musical de la juventud mundial-, después del multitudinario Festival de Rock de Avándaro, el “Woodstock mexicano” y que Carlos Monsiváis -contagiado en gran medida por el clima de linchamiento a los jóvenes convocados al rock, sexo y drogas-, bautizó como “la primera generación de jóvenes estadounidenses nacidos en México”. Después de ese desliz, Monsiváis habría de ser un gran defensor de las causas juveniles y libertarias.
Durante “el Halconazo” en el Casco de Santo Tomás, fueron asesinados a tiros y palos más de 120 jóvenes estudiantes, hubo centenas de desaparecidos y detenidos cuando realizaban una manifestación estudiantil en apoyo a los estudiantes de Nuevo León. La consigna de “los Halcones” era evitar “otro 68” pero la mala operación resultó en otro desastre. “Los Halcones” eran un grupo de choque creado a finales de los sesenta -conformado por porros y dirigido por militares-, para evitar otro movimiento estudiantil tan amplio como el de 1968. Su primera participación fue el 2 de octubre de 1969, en el primer aniversario de la matanza de Tlatelolco.
El cineasta mexicano Gabriel Retes, que ha partido este 20 de abril a los 73 años, nos ofrece en su legado, una salida magistral e imaginaria a esos dos caminos que tuvieron la mayor parte de los jóvenes del post 71. Esta escapatoria es una obra hoy paradigmática del cine mexicano, denominada “El bulto”, que se estrenó en 1992, y que escribió, dirigió, actúo y produjo el recién finado.
El personaje principal, a quien da vida el propio Retes, es Lauro, un reportero gráfico de un periódico que cubría el momento en que la manifestación era reprimida cuando recibió un toletazo de un miembro de “los Halcones”, dejándolo inconsciente y en coma por veinte años, hasta el inicio de la década de los noventa, donde la trama se da a conocer.
El contexto de la presentación a la luz pública de “El bulto”, es el auge del salinismo en México. Cuando el país presuntamente estaba en el umbral de la modernidad y del primer mundo, falacia que fue desenmascarada por el EZLN dos años después en 1994.
Sin embargo, tanto Gabriel Retes como Jorge Fons y el caso de la película Rojo Amanecer en 1989, aprovechan –por decirlo en el mejor sentido- las condiciones políticas de un régimen que sigue siendo priista -como en los sesenta y setenta-, pero con una nueva elite dirigente formada en las universidades de Estados Unidos, que compra el discurso democrático después de que apenas pudo ganar la Presidencia Carlos Salinas mediante un fraude electoral en 1988; y lo más importante, una nueva élite con ideología neoliberal que se deslinda del nacionalismo revolucionario y del priismo autoritario de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo, que significan un lastre para el discurso “modernizador”. Así, “El bulto” resurge como “emisario del pasado” en pleno auge del neoliberalismo a la mexicana, lo que hace más singular su guion.
Retes transita la supuesta apertura del gobierno mexicano respecto a hechos pasados que antes eran censurados, en este caso la Matanza del Jueves de Corpus o El Halconazo, para hablar de ellos, y ponerlos en la mesa. Con su filme, marca, además, el tránsito hacia un cine mexicano de calidad en su fotografía y producción.
La historia de Lauro es peculiar y genial, el joven idealista y soñador de los sesenta despierta en un mundo ajeno. Su mujer se ha casado con otro hombre y sus hijos, entonces pequeños ya son adultos. La música se escucha en walkman y quizá lo único que se mantiene en la cúspide son los Rolling Stones. Lauro anda en silla de ruedas, está físicamente agotado por el estado vegetativo de dos décadas, no obstante, trata de explicarse el mundo con el que inevitablemente choca. Lauro es tan joven en su mentalidad como sus propios hijos. Sus ideales extraviados en la sombra del silencio encuentran traumáticamente que sus camaradas contemporáneos ahora son parte del sistema: Ahora son parte de lo que Lauro más odiaba y combatía: El sistema.
Ya no eran años de luchar por cambiar al mundo, sino de ser aceptado en el mismo. El sueño hippie había terminado hace años, también la guerra de Vietnam, México había sido sacudido por un fuerte sismo y antes de que Lauro despertara se había proyectado en salas de cine una historia en torno a la matanza de Tlatelolco.
Lauro no supo que Luis Echeverría Álvarez acudió a la UNAM un 14 de marzo de 1975, que el autor intelectual de la matanza que lo mandó a dormir y le negó la juventud es recordado hasta la fecha por “la pedrada” que recibió en la frente y su tribulado “escape” de Ciudad Universitaria.
Como rememoró Jorge Carrillo Olea del Estado Mayor Presidencial: “La gritería arreciaba e increpaban ya directamente al Presidente Echeverría. Este tomó el micrófono e inició un altercado verbal con los estudiantes gritándoles a toda voz: “Jóvenes manipulados por la CIA” y otras lindezas que no recuerdo, pero aquella expresión se convirtió en frase histórica.” Después Echeverría fue expulsado de aquel auditorio en Ciudad Universitaria.
Hoy Lauro ha vuelto a dormir, Gabriel Retes, el cineasta “guerrillero y rebelde”, que fomento el cooperativismo cinematográfico y el cine de autor, emprende la partida en un mundo dañado por la pandemia, pero seguramente su obra fílmica será señal de mejores tiempos y en el venidero 2021 a cinco décadas de “el Halconazo”, seguirá siendo edificante para un nuevo momento social, que los muertos y desaparecidos no alcanzaron a mirar.