En anteriores entregas hice énfasis en reconocer las posibilidades que existían para lidiar con el coronavirus. Una cuarentena con el objetivo de escalonar el contagio. Otra de plazo indefinido para los grupos de alto riesgo, y una última, con aceptación tácita del contagio apelando a nuestro sistema inmune.
El contexto actual es sombrío: No existe vacuna alguna ni tratamientos específicos probados. Se revisa el “inventario” de fármacos existentes (heparina, cloriquina, remdesivir, lopinavir, etc.) sin que satisfagan integralmente las expectativas esperadas, y eso sí, arrastrando efectos secundarios indeseables. En los países con altos índices de contagio se esperaba una inmunidad de rebaño de un 70% que protegiera al resto de la población y tampoco se cumplió.
Nos queda, como último recurso, enfrentar la pandemia elevando masivamente nuestros sistemas inmunitarios:
Muchas personas, incluyendo médicos tradicionales, conocen algunas de las bondades en la vitamina D. La mayoría, se quedan con una función conocida que representa su combinación con magnesio y potasio para absorber el calcio y llevarlo a las “partes duras” (huesos y dientes) evitando se concentre en las partes blandas (arterias y riñones) y genere infartos y “piedras”.
Un antiguo diplomado en nutrición y medicina ortomolecular nos llevó a entender sus enormes virtudes y múltiples posibilidades preventivas que me impelen a tratar de persuadir más allá de mi entorno natural.
La vitamina D tiene un papel relevante en la modulación de la respuesta inmune. Su deficiencia en el organismo se asocia siempre con un aumento de las enfermedades infecciosas y las epidemias globales. Sin ésta vitamina, no se pueden activar las defensas del organismo y quedamos a merced de virus y bacterias.
Estudios recientes en la Universidad de Northwestern, Trinity College de Dublin, La Universidad de Liverpool, y otros centros de investigación formales publicaron resultados sorprendentes: Se comprobó una fuerte correlación entre la deficiencia severa de vitamina D y las tasas de mortalidad por Covid-19. También lograron verificar la vitamina evita, que ante un contagio, nuestro sistema inmune se vuelva extremadamente hiperactivo, pudiendo reducir las complicaciones y evitar la muerte de las personas infectadas.
Existen tres opciones para nutrir a nuestro cuerpo de ésta olvidada vitamina:
A través de la dieta se pueden obtener muy pequeñas cantidades. “Tomar el sol” (UVB, rayos ultravioleta de tipo B) y sintetizar (fabricarla) a través de la piel tiene sus inconvenientes: No se puede usar protector solar porque impediría el proceso. En invierno y días nublados no hay radiación. Si se tiene la piel oscura, la pigmentación bloquea los rayos UVB. La tercera y mejor alternativa, es la suplementación diaria de vitamina D3 (la misma que fabrica la piel) a través de cápsulas. Esta última opción ha sido recurrente en los países nórdicos en todas sus poblaciones, que dicho sea de paso son las que han sorteado mejor la pandemia por Covid-19.
La medicina convencional (que ha estudiado muy poco sobre vitaminas) recomienda tener unos niveles plasmáticos de entre 30-100 ng/ml. Eso explica porque Estados Unidos, Italia, España y Reino Unido hayan sido tan sacudidos por la pandemia y se confirme sus poblaciones están en abierta deficiencia de vitamina D. Para la medicina ortomolecular los niveles óptimos estarán entre 70-100 ng/ml.
Si queremos conocer nuestros niveles deberemos hacernos un examen de laboratorio denominado: 25 hidroxi vitamina D.
Para superar la deficiencia y llegar a rangos con un mínimo de 70 ng/ml deberemos iniciar nuestra suplementación con cápsulas de vitamina D3 de 5,000 UI al día (o su equivalente=125 mcg). A los tres meses hacer una prueba de laboratorio y comprobar nuestro arribo a la meta deseada, que deberá estar en niveles de 70-100 ng/ml.
Una ingesta diaria de vitamina D3 por 5,000 UI (125 mcg) resulta ABSOLUTAMENTE segura. Inclusive se ha experimentado con 60,000 UI sin problema alguno.
El costo promedio en México del examen: 25 hidroxi vitamina D es de $ 400.00 (cada tres meses). El precio de la vitamina D3 de 5,000 UI con 200 cápsulas en Estados Unidos cuesta alrededor de 17.00 dólares ($ 400.00 ). El costo total del tratamiento es de $ 730.00 anuales. En México no contamos con proveeduría estable ni productores de esas dosis.
Es importante dejar en claro que no sugiero laboratorio alguno, este examen lo realizan casi todos, ni marcas específicas de la vitamina, hay muchas, casi todas confiables.
Por último, convoco a la Secretaría de Salud a promover e “inundar” TODOS los hogares de México con ésta cómoda alternativa que nos permita desafiar al Covid-19 y el resto de los virus y bacterias que nos acechen.