Red de corresponsales

Por el sobrecupo que existe en los panteones de Tlaxcala, reutilizar tumbas para encimar difuntos ya se ha convertido en una práctica común, pues para las administraciones municipales resulta más sencillo llevar a cabo ese procedimiento que instaurar nuevos cementerios.

De acuerdo con la “Recopilación de Información de los Panteones Públicos en las Zonas Metropolitanas del País, 2020”, con actualización al 23 de abril de 2021, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el problema de sobrecupo en camposantos de Tlaxcala, es similar al de todo el país.

Varios municipios de México ampliaron los espacios, en Tlaxcala la acentuación se dio principalmente en dos zonas, la Apizaco-Tlaxcala y Puebla-Tlaxcala, pero el problema más grave son las constantes exhumaciones.

Los responsables de administrar los cementerios, son los municipios y sus comunidades, por lo que las autoridades locales determinan si la perpetuidad de las tumbas es respetada o abierta solo para los familiares de los fallecidos.

LA LEGISLACIÓN EN MATERIA

En términos de lo que establece el artículo 115, fracción III, inciso e), de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, los cementerios son un servicio público otorgado exclusivamente por el gobierno municipal.

Para su funcionamiento, las comunas tienen sus propios reglamentos que regulan el establecimiento, conservación y vigilancia, así como los actos de inhumación, exhumación, reinhumación, cremación de cadáveres, restos humanos, esqueletos y traslados.

APILADO DE CUERPOS

El pasado 23 de junio, este Diario observó cómo el panteonero José Luis López Gutiérrez empezó a cavar una tumba en la que ya había dos cuerpos, pero a solicitud de los deudos, el familiar recién acaecido debía quedar en la misma fosa donde descansaban sus parientes.

La escena resultó tétrica, ya que durante la excavación apareció un viejo ataúd, luego dos cráneos con sus respectivas osamentas, pero para López Gutiérrez es algo muy común, pues esa petición es una constante entre la población de Chiautempan.

Ataviado con guantes, lentes de protección, cubrebocas y una cachucha, empezó a reunir cada parte de los esqueletos que iban saliendo, los depositó en una bolsa de plástico negra y esperó a que llegara el nuevo féretro, para luego devolver a la tierra lo que es de la tierra.

En el mismo espacio quedaron enterrados los restos de un individuo, los esqueletos de dos personas fallecidas hace muchos años, así como el desgastado ataúd, que tenía más de ocho años sepultado.

“YA NO TENGO MIEDO, MÁS BIEN RESPETO A LOS DIFUNTOS”

En entrevista, el panteonero José Luis López, aseveró que ya no le teme a los difuntos, pues para él, ver osamentas, cráneos, cuerpos momificados y ataúdes, son las escenas cotidianas en su trabajo, pero eso no le impide que maneje con respeto los restos humanos.

“Se sacan los cuerpos y se embolsan para esperar al nuevo, así que los restos antiguos los ponemos en unas lajas para que los vaya triturando la tierra. Esto es muy común aquí, porque ya no hay espacio”, resaltó.

Para que el panteonero realice todos los trabajos, los deudos deben exhibir el permiso de las autoridades, como la orden de inhumación, pago de derechos del espacio en el camposanto y el acta de defunción.